CRÓNICA DE LA MAGNA TRAICIÓN

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sábado, 25 de febrero de 2012

20 EN AGUAS HERMOSAS


Es una fría mañana de principios de Noviembre. Jesús y Lázaro están conversando en el jardín de la casa de Betania.

            Lázaro dice:

-                 ¿A qué debo la alegría de tenerte?

            Jesús contesta:

-                 Al odio de los sanedristas.

-                 ¿Te han hecho daño? ¿Otra vez?

-                 No. Me lo quieren hacer. Pero todavía no es la Hora. Hasta que no haya arado toda la Palestina y esparcido la semilla, no seré abatido.

-                 Te mandé decir con Nicodemo que te fueses a una de mis posesiones. Nadie se atreve  a violarlas. Allí podrás hacer tu ministerio sin molestias. Dame la alegría de serte útil, Maestro mío.

-                 Lo ves. Ya te la estoy dando. Pero no puedo permanecer en Jerusalén. Voy hacia Efraín; entre este lugar y el Jordán. Allá evangelizaré y bautizaré como el Bautista.

-                 En la campiña de aquella región, tengo una casita. Sirve para los arneses y utensilios de los trabajadores. Algunas veces duermen allí, cuando llega el tiempo de la cosecha. Es muy pobre, pero está dentro de mis tierras. Y se sabe. Será como un espantapájaros para esos chacales. Acepta, Señor. Mandaré siervos a que la preparen.

-                 No es necesario. Si ahí duermen tus campesinos; será suficiente para nosotros.

-                 No pondré riquezas. Sólo completaré lo necesario. Viene el Invierno. Déjame hacerlo. Ni siquiera lo haré yo mismo. Pediré a Martha que lo ordene. Ella tiene el genio práctico y exquisito. Ha sido hecha para la casa y para ser consuelo de los cuerpos y de los corazones que en ella viven.

            Lázaro llama a su hermana y le dice:

-                 Martha. Jesús se retira a la choza de Aguas Hermosas. El suelo es fértil. La casa es un redil. Pero Él quiere una casa de pobres, da órdenes. Tú que eres inigualable para esto.

            Y Lázaro besa la mano de su hermana que lo acaricia con verdadero amor de madre.

Y dice:

-                       Voy al punto. Me llevo a Maximino y a Marcela. Los hombres del carro nos ayudarán a arreglar todo. bendíceme Maestro y así llevaré algo tuyo.

            Jesús la bendice y Martha se va.

          Lázaro dice:

-                 ¿Sabías Maestro que hoy está por estas campiñas Isaac con los demás pastores? Tienen sus rebaños pastando en mis tierras de la llanura; porque querían estar un poco juntos y yo les di permiso. Los estoy esperando porque los invité a comer aquí, todo el tiempo que quieran.

            Jesús dice:

-                 Me da gusto. Les daré instrucciones.

-                 Sí. Para que podamos estar en contacto. Alguna vez vendrás pero…

-                 Vendré. Hablé ya con Simón. Y como no es justo que invada tu casa con los discípulos; iré a la casa de Simón.

-                 No, Maestro. ¿Por qué me quieres dar ese dolor?

-                 No preguntes, Lázaro. Sé que así está bien.

-                 Pero entonces…

-                 Pero entonces estaré siempre en tus posesiones. Lo que aún Simón ignora, Yo lo sé. El que quiso comprar sin mostrarse y sin discutir, con la condición de estar cerca, fue Lázaro de Betania. Fue el hijo de Teófilo, el fiel amigo de Simón Zelote y el gran amigo de Jesús de Nazareth. El que duplicó la suma por Jonás y no lo tomó de los bienes de Simón, para darle la alegría de que pudiese hacer más por el Maestro Pobre y por los pobres del Maestro, es uno que tiene por nombre Lázaro. El que discreto y atento mueve; dirige y ayuda todas las fuerzas buenas para auxiliarme y darme consuelo y protección: es Lázaro de Betania. Yo sé.

-                 ¡Oh! ¡No lo digas! ¡Creí que hacía bien y en secreto!

-                 Para los hombres es secreto. Pero no para Mí. Leo en los corazones. ¿Quieres que te diga porqué tu natural bondad se baña de perfección sobrenatural? Es porque pides un don sobrenatural: pides la salvación de un alma y que seáis santos tú y Martha. Y comprendes que no basta con ser buenos según el mundo; sino que es necesario ser buenos, según las leyes del espíritu, para tener la Gracia de Dios. No escuchaste mis palabras cuando Yo dije: ‘Cuando hagáis el bien, hacedlo en secreto y el Padre os dará una gran recompensa’ Lo hiciste por un impulso natural de bondad y en verdad te digo que el Padre te prepara una recompensa que ni siquiera puedes imaginar.

-                 ¿La redención de María?

-                 Ésta y más. Más todavía.

-                 ¿Qué cosa es más imposible que ésta, Maestro?

            Jesús lo mira y sonríe. Luego dice:

-                 ¡Alegraos! ¡Oh, justos del Señor! el hombre ignora lo que Dios ve. Escribe en los Libros Eternos las promesas y vuestras obras. Y con ellas, vuestros nombres; Príncipes del Siglo Futuro. Triunfadores Eternos con el Mesías del señor.

            Lázaro lo mira estupefacto. Luego dice en voz baja:

-                 ¡Oh! ¡Yo no seré capaz!...

-                 ¿Lo crees? –Jesús tiene una rama flexible de sauce, que ha tomado del césped y dice- ¡Mira! Igual que mi mano dobla fácilmente esta rama, así el Amor doblará tu alma y hará con ella una corona eterna. El Amor es el redentor individual. Quién ama inicia su redención. Lo que falte, lo pondrá el Hijo del hombre.

Días después…

Jesús está con sus discípulos en la casa que está rodeada de campos, viñedos y bosques. Su construcción rústica, comparada con la de Betania, ciertamente es un redil, como dice Lázaro. Pero comparada con las casuchas de los campesinos de Doras; es una habitación muy hermosa. Es un galerón amplio y muy largo. Está construido sólidamente. En un cuarto húmedo; hay una cocina, con una gran chimenea. También hay una mesa grande, sillas, cántaros. Un aparador donde están los platos y las copas. Una puerta grande de madera tosca; proporciona luz, además de ser la entrada.

Sobre la misma pared donde se abre la entrada, hay otras tres puertas que comunican a tres largos camarotes. En dos; están repartidos los lechos que forman los dormitorios. Los muchos ganchos que están en las paredes y que antes servían para colgar los instrumentos agrícolas; ahora sirven de clavijeros para colgar mantos y alforjas. En el tercer camarote que es todavía más grande; en algún tiempo sirvió de establo y ahora está vacío. Afuera hay un gran portal, cuyo techo en verano; extiende las ramas de una vid que ahora no tiene hojas; igual que una higuera gigantesca; que da sombra al estanque que está en el centro de la era y que es abrevadero para los animales. A medio kilómetro se ve otra casa,  en medio del campo. Más hermosa, pues tiene una terraza y está rodeada por bosques de olivos y de otros árboles.

 Pedro, con su hermano Andrés y Juan; trabajan contentos, limpiando la era y los camarotes. Arreglan  los lechos y sacan agua del pozo.

Los primos de Jesús; Santiago y Judas Tadeo, trabajan con el martillo y la lima, en las cerraduras y goznes. Les ayuda Santiago de Zebedeo; segando y cortando con una sierra; como si fuesen los obreros de un astillero.

En la cocina está Tomás. Demostrando que es un buen cocinero. Experto en ver que el fuego y la llama sean justas. En limpiar pronto las verduras que Judas ha traído del poblado cercano y dice:

-                 Hacen el pan, dos veces por semana. Y hoy no hubo pan.

          Pedro le contesta:

-                 Haremos tortas en el fuego. Allí hay harina. Quítate el vestido y amasa. Yo puedo cocerlos.

            Luego ríe con ganas al ver a Judas en la túnica interior, amasando la harina. ¡Y está bien empolvado! Agrega: Lo peor es hoy. Mañana todo será mejor y en primavera, todo será perfecto.

            Judas se paraliza y pregunta asustado:

                        -           ¿En primavera?... ¡¿Estaremos siempre aquí?!

            Jesús contesta:

-                 ¿Por qué no? Es una casa. Si llueve no nos mojamos. Hay agua para beber. No falta fuego. ¿Qué más quieres? Yo me encuentro a mis anchas. Tenemos el río, muy cerca. Y también porque no huelo el hedor de sus fariseos y compañía.

            Andrés pregunta:

-                 Pedro… ¿Vamos a sacar las redes?

            Y se lleva consigo a su hermano, antes de que estalle una disputa entre él y Judas de Keriot.

            Judas exclama:

-           ¡Ese hombre no me puede ver!

            Tomás; que siempre está de buen humor, dice: 

-                 No. Eso no lo puedes decir. Es así con todos. Pero es bueno. Tú eres el que siempre está descontento…

-                 Es que yo me imaginaba otra cosa…

            Santiago de Alfeo dice tranquilo:

-                 Mi primo no te prohíbe ir a las otras cosas. Creo que todos pensábamos en otra cosa al seguirlo. La razón es que tenemos dura la cerviz y mucha soberbia. Jamás ha ocultado el peligro y la fatiga en seguirlo.

            Judas refunfuña entre dientes:

-                 Aparte de todo, hay que trabajar. En el Templo, nadie trabaja. 

Tadeo, que trabaja en un pequeño armario, dice:

-                 Estás equivocado. También te equivocas según las costumbres. Todo Israelita debe trabajar. Y nosotros trabajamos. ¿Tanto te molesta trabajar? Yo no siento nada. Desde que estoy con Él; cualquier fatiga no me pesa. 

            Santiago de Zebedeo confirma: 

-                 Y tampoco extraño nada. Y estoy contento de estar, como si estuviera en familia…

            Judas de Keriot, comenta irónico:

-                 ¡Entonces aquí haremos mucho. ¡

            Tadeo estalla:

-                 Pero, ¿En resumidas cuentas qué quieres? ¿Qué pretendes?  ¿Una corte de sátrapa? ¡No te permito criticar  lo que hace mi primo! ¡¿Entendido?!...

            Santiago de Alfeo lo reprende:

-                 Calla hermano. A Jesús no le gustan estas disputas. Hablemos menos y trabajemos más. Será mejor para  todos. Por otra parte… si Él no logra cambiar los corazones. ¿Puedes esperar hacerlo tú con tus palabras? 

            Judas dice a la defensiva:

-                 El corazón que no cambia es el mío.  ¿Verdad?

       Santiago no le responde. Se mete un clavo entre los labios y empieza a clavar con todas sus fuerzas, los goznes. Haciendo tal ruido; que no se oye el farfullar de Judas. Después de un rato; entran  Isaac, con una bolsa de huevos y una cesta de panes recién horneados. Y Andrés, con una cesta con peces.

            Isaac dice:

-                 Tened. La manda el administrador y dice que si hace falta algo, le den órdenes.

            Tomás dice a Judas:

-                 ¿Ves que de hambre no morimos?  -y añade- ¡Dame el pescado, Andrés! ¡Qué hermosos! Pero, ¿Cómo se hace para prepararlo? Yo no sé…

            Andrés comenta:

-                 Yo sí sé… Soy pescador.

            Y Andrés se va a un rincón de la cocina; a sacarles las entrañas y a limpiarlos. Los peces están coleando.

Tomás añade:

-           El Maestro está por llegar. Recorrió el poblado y la campiña. Curó a un enfermo de los ojos…

            Judas exclama:

-                 ¡Eh! ¡Ya!... yo… todos los pastores… Nosotros dejamos una vida segura y hacemos aquí y allá; pero nada se ha logrado.

       Isaac mira asombrado a Iscariote… pero no dice nada. Los otros lo imitan. Pero por dentro son una caldera.

 
       Jesús aparece en el umbral, sonriente y amable:
-                 ¡La paz sea con vosotros! ¡Qué diligentes! ¡Todos trabajando! ¿Puedo ayudarte, primo?
       Santiago se saca el clavo de su boca y dice:
-                 No. Descansa. Ya terminé.
-                 Tenemos muchos alimentos. Todos nos han dado. Si todos tuviesen el corazón de los humildes… -Jesús lo dice con un dejo de tristeza.
            Pedro entra con una carga de leña sobre su espalda y exclama, saludando a Jesús: 
-                 ¡Oh, Maestro mío! ¡Qué Dios te bendiga!
            Jesús le contesta:
-                 También a ti Pedro, te bendiga el Señor. ¡Habéis trabajado tanto!
-                 Y en las horas libres trabajaremos más. Tenemos una casa en la campiña y hay qué convertirla en un edén. Ya arreglé el pozo, para no perder los cántaros al bajarlos. ¿Ves qué buenos son tus primos? Verdaderamente son capaces. Saben  hacer todas las cosas necesarias; para quien debe vivir en un lugar por largo tiempo. Yo pescador, no lo hubiera sabido. Tomás puede hacerla de cocinero en el Palacio de Herodes. También Judas es bueno. Hizo unas tortas muy buenas.
            Judas exclama enojado:
-                 No sirven para nada. Hay pan.
            Pedro lo mira y espera a que dé una buena respuesta. Pero al ver la actitud de Judas… Sacude la cabeza, mueve las cenizas y pone sobre ellas las tortas.
            Tomás dice riendo:
-                 Dentro de poco, todo estará listo.
            Santiago de Zebedeo pregunta a Jesús: 
-                 ¿Hablarás hoy?
-                 Sí. Entre las once y las tres. Comamos rápido.
            Juan pone el pan sobre la mesa y Tomás trae las verduras cocidas y el pescado frito. Jesús está en el centro. Ofrece y bendice. Distribuye y todos comen con gusto. Y todavía están comiendo cuando en la era se asoman algunas personas. Pedro se levanta y va hacia la puerta:
-                 ¿Qué queréis? 
-                 ¿El Rabí hablará aquí? 
-                 Hablará. Ahora está comiendo, porque también Él es Hombre. Sentaos aquí afuera y esperad.
            El grupo se va hacia el rústico tejaban.
            Pedro dice:
-                 Se acerca el frío y llueve frecuentemente. Estaría bien usar aquella ala vacía. La he limpiado muy bien. El pesebre servirá de banco.
            Judas le contesta:
-                 No digas ironías tontas. El Rabí, es Rabí.
-                 ¿Cuáles ironías? Si nació en un establo… ¡Podrá hablar sobre un pesebre!
            Jesús parece hasta cansado al decir:
-                 Pedro tiene razón. ¡Pero os ruego que os améis!
            Terminan de comer y Jesús sale al punto a donde están esperándole.
Más tarde… cuando ha terminado de hablar y de curar a los enfermos, los discípulos se aglomeran a su alrededor.
Pedro dice:
-                 Ahora que has hecho milagros. ¡Quién sabe cuántos vendrán!
-                 Por eso mañana, vosotros bautizaréis. Yo predicaré y curaré a los enfermos y a los culpables.
            Pedro suplica:
-                 ¿Nosotros, bautizar? ¡Oh! ¡Yo no soy digno! ¡Quítame esta misión, Señor! ¡Yo soy el que tengo necesidad de ser bautizado!
-                 Tú vas a ser el primero en bautizar; desde mañana.
-                 ¡No, Señor! ¿Cómo voy a hacerlo, si estoy más negro que una chimenea? 
            Jesús sonríe ante la sinceridad humilde del apóstol y lo besa en la frente; en el borde de los cabellos grisáceos y despeinados. Y dice:
-                 ¡Mira! Yo te bautizo con un beso. ¿Estás contento?
-                 ¡Cometería al punto otro pecado, para tener otro!
-                 Eso no. No hay que burlarse de Dios, abusando de sus dones.
            Judas dice lentamente:
-                 Y ¿A mí no me das un beso? También yo tengo uno que otro pecado.
            Jesús lo mira atentamente. Su mirada que estaba tan llena de alegría mientras hablaba con Pedro, se nubla con una cansada severidad y dice:
-                 Sí. También a ti. Ven. No Soy injusto con nadie. ¡Sé bueno, Judas! ¡Si tú quisieses!… Eres joven. Toda una vida para ascender, siempre. Hasta la perfección de la santidad.
            Y lo besa. Y los llama a todos para comunicarles con un beso: el Espíritu Santo.
-           Ahora tú, Simón amigo mío. Y tú Mateo; mi victoria. Y tú, sabio Bartolomé. Y tú, Felipe, fiel. Y tú Tomás; el de la pronta voluntad. Ven. Andrés; el del silencio activo. Y tú, Santiago; el del primer encuentro. Y ahora tú; alegría de tu Maestro y tú Judas, compañero de infancia y de juventud. Y tú, Santiago que me recuerdas al Justo; en sus facciones y en su corazón. Recordad que si mi amor es grande; es necesaria también vuestra buena voluntad.  Daréis un paso adelante, en la vida de discípulos míos desde mañana. Y pensad que cada paso adelante es una honra y una obligación.
            Pedro dice:
-                 Maestro. Un día nos dijiste que nos enseñarías a orar. Creo que si orásemos como Tú oras; seremos capaces de ser dignos del trabajo que requieres de nosotros.
-                 Cuando estéis fuertemente formados, os enseñaré la plegaria sublime; para dejaros mi plegaria. Pero también ella no tendrá ningún valor, sí se le dice sólo con la boca. Por ahora levantad el alma y la voluntad hacia Dios. La plegaria es un don que Dios concede. Y que el hombre da a Dios.
            Judas de Keriot dice:
-                 Y ¡Cómo! ¿Todavía no somos dignos de orar? Todo Israel ora…
-                 Sí, Judas. Pero puedes ver por sus obras, cómo ora Israel. No quiero hacer de vosotros traidores. Quién ora externamente y por dentro está en contra del Bien; es un Traidor.
            Judas piensa… Y luego dice:
-                 ¿Y los milagros? ¿Cuándo nos capacitas para que los hagamos?
            Pedro se escandaliza:
-                 ¿Milagros? ¿Nosotros?... ¡Misericordia Eterna!... pero muchacho. ¿Estás loco?
            Judas dice:
-                 ¡Nos lo dijo en Judea!... ¿No es verdad?
            Jesús confirma:
-                 Sí. Es verdad. Lo dije. ¡Y los haréis! Pero mientras haya en vosotros mucha carne; no tendréis milagros.
            Judas declara:
-                 ¡Ayunaremos!
-                 De nada sirve. Por carne entiendo pasiones corrompidas. La Triple concupiscencia. Y detrás de esta pérfida trinidad, la secuela con sus vicios… iguales a los hijos de una unión lujuriosa bígama. La soberbia de la inteligencia engendra; con la avidez de la carne y del poder; todo el mal que hay en el hombre y en el mundo.
            Judas objeta:
-                 Nosotros lo hemos dejado todo por Ti.
-                 Pero no a vosotros mismos.
-                 ¿Entonces debemos morir?
-                 No. No pido vuestra muerte material. Pido que muera en vosotros lo animal y satánico. Y esto no muere, mientras la carne esté satisfecha y haya en vosotros mentira, orgullo, ira, soberbia, gula, avaricia y pereza.
            Bartolomé suspira:
-                 ¡Somos tan frágiles cerca de Ti que eres tan santo!
            El primo Santiago, declara:
-                 Y Él siempre fue santo. Lo podemos afirmar. 
            Juan dice:
-                 Él sabe cómo somos. No debemos perder los ánimos. Lo único que debemos decirle, es: ‘Danos diariamente la fuerza para servirte. Somos débiles y pecadores. Ayúdanos con tu fuerza y tu perdón’. Dios no nos desilusionará y en su Bondad y Justicia; nos perdonará y purificará de la iniquidad de nuestros pobres corazones.
-                     Eres bienaventurado, Juan. Porque la verdad habla en tus labios, que tienen perfume de inocencia. –dice Jesús, acercándose al rincón en donde está el joven apóstol y atrayéndolo hacia Él.



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