CRÓNICA DE LA MAGNA TRAICIÓN

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martes, 27 de diciembre de 2011

LA SUPREMA TENTACION


A través del camino montañoso, Jesús va con sus discípulos, siguiendo el curso del río.

Pese al calor y al cansancio, Juan exclama con su característico buen humor:

-                 ¡Cuánta fruta! ¡Qué hermosos viñedos hay en aquellas colinas! Maestro, ¿Este es el río en cuyas riberas nuestros padres cogieron los racimos milagrosos’

             Jesús contesta:

-           No. Es el otro que está más hacia el sur. Pero toda la región es rica en sabrosas frutas.

          Simón observa:

-                 Ahora ya no es tan fértil aunque siga siendo bella.

            Jesús aclara:

-                 Muchas guerras han devastado la tierra. Aquí se formó Israel… pero para esto debió fecundarse con su sangre y la de los enemigos.

-                 ¿En dónde encontraremos a los pastores?

-                 A cinco kilómetros de Hebrón; en las riberas del río que me preguntaba Juan. 

-                 ¿Entonces es más allá de aquellas colinas?

-                 Sí.

-                 Hace mucho calor, Maestro. Después ¿A dónde iremos?

-                 A un lugar mucho más caliente. Pero os ruego que vengáis. Caminaremos de noche. Las estrellas son tan claras que no hay oscuridad. Os quiero mostrar un lugar…

            Juan pregunta:

-                 ¿Una ciudad?

-                 No. Un lugar que os hará entender al Maestro; mejor tal vez que sus palabras.

            Judas dice:

-                 Perdimos varios días por ese incidente sin importancia. Destruyó todo… Y mi madre que había preparado tantas cosas, ha quedado desilusionada. No sé por qué has querido retirarte hasta la purificación.

-                 Judas, ¿Por qué llamas sin importancia un suceso que fue una gracia para un verdadero fiel? ¿No querrías para ti una muerte semejante? Había esperado toda su vida al Mesías. Cuando era anciano fue por caminos ásperos a adorarlo. Cuando le dijeron: ‘Está en…’ conservó en su corazón por treinta años, las palabras de mi Madre. El amor y la fe lo revistieron con su fuego en la última hora que Dios le reservó. El corazón se le partió de alegría. Se le incendió en el fuego de Dios como un holocausto agradable. ¡Qué mejor suerte que ésta! ¿Aguó la fiesta que habías preparado?... Ve en esto una respuesta de Dios. Que no se mezcle lo que es del hombre con lo que es de Dios. Tu madre, me verá otra vez. todo Keriot puede venir al Mesías; el viejo ya no tenía fuerzas para hacerlo. He sido feliz de haber estrechado con el corazón, al viejo padre que moría y de haber encontrado su espíritu. Y por lo demás… ¿Para qué dar escándalo con mostrar desprecio a la Ley? ¿Cómo puedo decir que sean fieles, si Yo no lo Soy?

            Simón responde:

-                 Creo que este es el error de nuestra decadencia. Los rabíes y los fariseos aplastan al pueblo con sus preceptos y después hacen como el que profanó la casa de Juan, que la convirtió en un burdel.

-                 Es uno de Herodes.

-                 Sí, Judas. Pero las mismas culpas cometen las castas que se llaman a sí mismas ‘santas’ ¿Tú qué opinas Maestro?

-                 Afirmo que con tal de que haya un poco de verdadero fermento y de verdadero incienso en Israel, se hará el pan y se perfumará el altar.

-                 ¿Qué quieres decir?

-                 Quiero decir que si hay alguien que con recto corazón venga a la verdad. La Verdad se esparcirá como fermento en la masa de harina y como incienso en todo Israel.

-                 ¿Qué fue lo que te dijo esa mujer?

            Jesús no responde y se vuelve hacia Juan:

-                 Pesa mucho y te cansas. Dámela.

            El discípulo más joven contesta:

-                 No, Jesús. Estoy acostumbrado a las cargas y luego… me lo aligera al pensar en la alegría que tendrá Isaac.

Al dar vuelta a la colina, a la sombra del bosque se encuentran con las ovejas de Elías, los pastores están bajo la sombra de un árbol, cuidándolas. Ven a Jesús, se levantan de un salto y corren. Cuando están frente a Él, les pregunta:

-                 La paz sea con vosotros. ¿Qué hacíais?

            Isaac contesta:

-                 Estábamos preocupados por Ti. Por el retraso. No sabíamos si ir a tu encuentro u obedecer. Decidimos venir hasta aquí para obedecerte y al mismo tiempo satisfacer a nuestro amor; pues debías de haber llegado aquí desde hace varios días.

-                 Tuvimos que detenernos.

-                 ¿Pasó alguna desgracia?

-                 Ninguna, amigo. Un fiel murió en mi pecho. Sólo fue eso.

            Judas interviene:

-                 ¿Qué querías que sucediese pastor? Cuando las cosas están bien organizadas… claro que es menester saber disponerlas y preparar los corazones para recibirlas. Mi ciudad tributó honores al Mesías. ¿Verdad, Maestro?

            Jesús responde:

-                 Es verdad, Isaac. Al regresar pasamos por la casa de Sara. También la ciudad de Yutta, sin ningún otro preparativo que el de su bondad sencilla y la verdad con la que me predicaste, logró entender la esencia de mi doctrina. Aman con un amor práctico, desinteresado y santo. Isaac, te envían alimentos y vestidos. Todos contribuyeron a aumentar los óbolos de tu casa. Tómalos. No tengo dinero. Pero te traje esto que está purificado con la caridad.

-                 No, Maestro. Déjalo contigo. Yo estoy acostumbrado a no tener nada.

-                 Ahora tienes que ir a lugares a donde te enviaré y lo necesitarás. No es mucho pero sabrás emplearlo. –se dirige al discípulo más joven- Juan, dale aquella alforja. –y agrega mirando a Isaac- es un regalo que está lleno de amor.

            Isaac toma la alforja y va a vestirse detrás de un matorral; pues todavía estaba descalzo y viste su rara toga improvisada con su cobija.

Elías dice:

-                 Maestro, tres días después de que te fuiste, estábamos apacentando los animales en Hebrón. Y la mujer que estaba en la casa de Juan, nos mandó una criada con esta bolsa diciendo que quería hablar con nosotros. La primera vez la devolví y le dije: ‘No tengo nada que escuchar’. Luego la sirvienta regresó y dijo: ‘Ven, en el Nombre de Jesús’. Y fui… esperando que no estuviese su… el hombre que la tiene allí. Quería saber muchas cosas, pero yo hablé con prudencia. Es una prostituta. Tuve miedo de que fuese una trampa contra Ti. Me preguntó quién Eres; donde vives; qué es lo que haces; si eres un grande de Israel. Le dije: ‘Es Jesús de Nazareth. Está por todas partes, porque es un maestro y va enseñando por la Palestina’ también dije que eras un hombre pobre y sencillo. Un obrero a quien ha hecho sabio la Sabiduría… no dije más.

            Jesús contesta:

-                 Hiciste bien.

            Y simultáneamente Judas exclama:

-           ¡Has hecho mal! ¿Por qué no le dijiste que Él es el Mesías? ¡Qué es el Rey del Mundo! ¡Hay que aplastar la soberbia romana bajo el poder de Dios! 

            Elías explica:

-                 No me hubiera entendido. Y luego… todo lo que es de Jesús, es santo. ¿Cómo puedo saber lo que ella piensa? No quise poner en peligro a Jesús, hablando de más. Que el mal le venga de cualquier otro, pero no de mí.

            Judas se vuelve hacia Juan:

-                 Juan, vamos a decirle quién es el Maestro. A explicarle cuál es la Verdad santa.

            Juan objeta:

-                 Yo no. Iré solo que Jesús me lo ordene.

-                 ¿Tienes miedo? ¿Qué puede hacerte? ¿Te causa asco?... El Maestro no le tuvo.

-                 No es miedo ni asco. Tengo compasión de ella. Pero pienso que si Jesús hubiera querido; se hubiera detenido a instruirla. No lo hizo. Entonces no es necesario que lo hagamos nosotros.

            Elías muestra la bolsa diciendo:

-                 Entonces no había señales de conversión. Pero ahora…

            Judas la toma y se sienta sobre la hierba. Extiende su manto y abre la bolsa dejando que caiga sobre él, todo su contenido: un montón de anillos, collares, gargantillas, brazaletes, aretes, pulseras… adornadas con piedras preciosas. Oro brillante que cae sobre el amarillo oro del vestido del apóstol.



Judas, que exclama admirado:

-           Maestro, ¡Son puras joyas! ¿Qué hacemos con ellas?

          Simón aconseja:

-                 Se pueden vender.

            Judas responde sin esconder su asombro:

-                 Sería un desperdicio.

            Elías explica:

-                 Yo también le dije cuando las recibí: ‘Tu dueño te pegará’ y ella me respondió: ‘No son suyas. Son mías. Y puedo hacer con ellas lo que se me antoje. Sé que es oro de pecado… Pero se hará bueno, si se emplea con quien es pobre y santo. Para que se acuerde de mí’… Y se puso a llorar desconsoladamente.

            Judas dice:

-                 Ve, Maestro.

-                 No.

-                 Manda a Simón.

-                 No.

-                 Entonces voy yo.

-                 ¡No!

            Los ‘no’ de Jesús, son cortantes e imperiosos. 

            Elías ve que Jesús está enojado y pregunta preocupado:

-                 Maestro, ¿Hice mal en hablar con ella y en haber tomado el oro? 

            Jesús contesta:

-                 No hiciste mal. Pero no hay nada que hacer. 

            Judas insiste:

-                 Pero tal vez esa mujer quiera redimirse y tenga necesidad de ser instruida.

            Jesús suspira y se arma de paciencia. Dice:

-                 Existen en ella tantas chispas para provocar el incendio en que pueda quemarse su vicio y volver a ser un alma otra vez virgen, por el arrepentimiento. Hace poco os hablé de la levadura que se esparce en la harina y la hace un pan santo. Oíd esta breve parábola: esa mujer es harina. Una harina en quién el Maligno ha mezclado sus polvos de infierno. Mis palabras y Yo, somos la levadura. Pero si hay mucho salvado en la harina; piedras, ceniza, arena; ¿Podrá hacerse el pan aunque la levadura sea buena?... ¡No se puede hacer! Es necesario quitar con paciencia, ese tamo. Las cenizas, las piedritas y la arena. La misericordia pasa y ofrece ese tamiz. El primero. El que se compone de verdades breves; pero fundamentales, como son las necesarias para que entienda que está atrapada en la red de la ignorancia completa, del vicio y del gentilismo. Si el alma lo acepta, empieza la primera purificación.  La segunda viene con el tamiz del alma misma; que compara su ser con el del Ser que se le ha revelado… Y esto le da horror. Y aquí empieza su obra. Por medio de una operación más minuciosa, limpia lo que es harina; pero que aún tiene granitos pesados, para poder obtener un pan óptimo… cuando está lista; vuelve otra vez la Misericordia y se introduce en esa harina preparada. Y también ésta es otra preparación, Judas. Que la fermenta y la hace pan. Pero ésta es una operación larga que necesita de la voluntad del alma.

Esa mujer tiene ya en sí, lo mínimo que era justo darle y que puede servirle para terminar su trabajo. Dejemos que lo haga, si quiere hacerlo. Sin que nada la perturbe. Cualquier cosa turba a un alma que se elabora: la curiosidad; celo imprudente; las intransigencias; así como las piedades excesivas.

-                 ¿Entonces, no vamos?

-                 No, Judas. Y para que ninguno tenga tentación, vámonos. En el bosque aprovecharemos la sombra. Nos detendremos en las márgenes del Valle de Terebinto. Allí nos separaremos. Elías volverá a sus pastizales con Leví. José vendrá conmigo hasta el paso de Jericó. Después nos volveremos a reunir. Tú, Isaac; continúa haciendo lo que hacías en Yutta, partiendo de aquí por Arimatea y Lidia, hasta llegar a Docco. Allí nos encontraremos. Hay que preparar la Judea y tú ya sabes cómo hacerlo.

            Judas pregunta:

-                 ¿Y nosotros?

            Jesús contesta:

-                 ¿Vosotros? Vendréis conmigo para ver mi preparación. También Yo me preparé para la misión.

-                 ¿Fuiste con un rabí?

-                 No.

-                 ¿Con Juan?

-                 De él, sólo recibí el bautismo.

-                 ¿Entonces?...

-                 Belén ha hablado con las piedras y los corazones. También allá donde te llevaré Judas… un corazón, el mío. Y también las piedras, hablarán y te darán la respuesta.

            Elías trae leche y pan y dice:

-          Tratamos de persuadir a los de Hebrón; pero no creen más que en Juan. Para ellos es su ‘santo’ y no quieren a nadie más. 

            Jesús dice:

-           Es un pecado común a muchos. Miran al obrero y no al Dueño que lo envió. ¡No importa! El Verbo sufre, pero no guarda rencor… ¡Vámonos!

Dos días después…

Es un amanecer esplendoroso en un lugar silvestre. Los rayos del sol naciente iluminan las alturas del monte. En el cielo todavía se ven las estrellas. Y el arco de la luna parece una coma de plata en el azul oscuro del cielo. En el aire fresco de la mañana  se abre paso la luz tenue; blanco verdosa, que cada vez ilumina más este monte rocoso y desnudo de vegetación. Hay quebraduras que forman grutas, cuevas y escondrijos. Las escasas plantas son espinosas y tienen muy pocas hojas. Abajo hay un lago de agua estancada, sucia, muerta. A su alrededor no hay vida; ni vegetal, ni animal… No hay nada.

            Cerca de la ribera rocosa del monte; Jesús se detiene. Mira a su alrededor y dice:

-                 Aquí es a donde quería traeros. Aquí es donde el Mesías se preparó para su Misión.

            Judas exclama:

-                 ¡Pero aquí no hay nada!

            Jesús contesta:

-                 Así es como lo has dicho.

-                 ¿Con quién estuviste?

-                 Con mi alma y con el Padre Eterno.

-                 ¡Ah! ¿Estuviste pocas horas?

-                 No, Judas. No pocas horas. Muchos días. Para ser exactos, fueron cuarenta.

-                 ¿Pero quién te atendía? ¿Dónde dormías?

-                 Tenía de criados a los asnos salvajes que por las noches venían a dormir a sus cuevas. En ésta… tenía de criados a las águilas que me decían: ‘Ya es de día’, con su áspero graznido al ir en busca de su presa. Tenía de amigas a las liebrecitas que venían casi a mis pies, a comer la hierba que había. Mi comida y bebida, eran lo que es alimento de las flores silvestres: el rocío de la noche; la luz del sol. No otra cosa.

-                 Pero… ¿Por qué?

-                 Para prepararme bien, como tú dices; para mi Misión. Las cosas bien preparadas tienen buen éxito. Tú lo has dicho. Y lo mío no consistía en lo pequeño e inútil de hacerme brillar en Mí, Siervo del Señor. Sino en hacer comprender a los hombres lo que es el Señor. Y a través de esta comprensión, hacerlo amar en espíritu y en verdad. ¡Desgraciado es el siervo del Señor que piensa en su triunfo y no en el de Dios! ¡Que trata de obtener utilidades! ¡Qué sueñe en subir a un trono hecho con los intereses de Dios; a los que ha envilecido hasta que tocan el suelo! Ese tal, ya no es un siervo. Es un infeliz que se cree príncipe; pero en realidad es un esclavo del Demonio; su rey mentiroso. Aquí en esta cueva, el Mesías; durante cuarenta días; vivió con grandes trabajos y plegarias, para prepararse a su Misión. Judas, ¿A dónde hubieras querido que Él se fuera a preparar?

            Judas se queda perplejo. Desorientado. Finalmente responde:

-                 No sé. Pensaba… con los mejores rabíes. Con los esenios. No sé…

-                 ¿Y podía encontrar un rabí que me dijese algo superior a lo que me decía la Potencia y Sabiduría de Dios? ¿Y podía Yo, Verbo del Padre? ¿Yo que estaba cuando el Padre creó al Hombre y sé de qué espíritu inmortal está animado y de qué fuerza; ir a beber ciencia y adiestramiento de los que niegan la inmortalidad del alma; la resurrección final; la libertad de acción del hombre? ¿Qué achacan al hombre virtudes y vicios; acciones santas y perversas, al destino que llaman fatal e invencible?... ¡Oh, no! Tenéis un destino. El Padre lo desea. Es un destino de amor, de paz, de gloria: la santidad de ser sus hijos.

Sin embargo Dios no hace violencia a vuestra condición de reyes. Vosotros sois reyes. Porque sois libres en vuestro pequeño reino individual. En el ‘yo’. En él podéis hacer lo que os plazca; como queráis. Frente y en los confines de vuestro pequeño reino, tenéis un Rey Amigo y dos potencias enemigas. El Amigo muestra las reglas, para hacer que sean felices los que sean suyos. Las dos potencias son Satanás y la Carne… también ellos tienen sus reglas. El hombre se inclina hacia su seducción… Y os esclavizan hasta destruiros…

Entonces pasa la Misericordia. La única que puede todavía tener piedad de esa miseria repugnante de la que el mundo tiene asco y sobre la que Satanás envía sus flechazos vengativos. Entonces la Misericordia se inclina; la recoge, la cura; le da otra vez salud y vida… Y volvéis a ver las reglas que os había mostrado y que no quisisteis seguir. Ahora lo queréis… y llegáis primero a la paz de la conciencia y después a la paz de Dios. Decidme ahora… ¿Éste destino fue impuesto por Uno sólo a todos? ¿O cada uno; individualmente; lo eligió para sí?

            Simón contesta:

            -           Cada uno lo eligió.

-                 Dices bien, Simón. ¿Podía Yo para formarme, ir con los que niegan la resurrección feliz y el Don de Dios? Aquí vine. He tomado mi alma de Hijo del Hombre y me la he labrado, hasta los últimos retoques. He terminado mi trabajo de treinta años de aniquilamiento y de preparación. Para ir perfecto a mi Ministerio. Os ruego que estéis conmigo algunos días en esta cueva. La permanencia será menos solitaria, porque seremos cuatro amigos que luchan contra la tristeza, el miedo, las tentaciones, las necesidades de la carne. Yo estuve solo. Siempre será menos dura, porque ahora es verano. Y aquí arriba sopla el viento de las alturas, que templa el calor. Llegué aquí a fines de la luna de Tebet. Y el viento que descendía de los hielos era frío. Siempre será menos doloroso, porque es más breve y porque ahora tenemos los alimentos indispensables, que pueden calmar nuestra hambre. Y en las pequeñas botijas de cuero, hice que los pastores os dieran agua suficiente, para estos días de permanencia. Yo… Yo tengo necesidad de arrebatar a Satanás a dos almas. Ninguna otra cosa lo puede hacer, más que la Penitencia. Os pido vuestra ayuda. También vosotros os formaréis. Aprenderéis como se arrancan de Mammón, las presas. No tanto con palabras. Cuanto con el sacrificio. ¡Palabras! El fragor de Satanás impide que se les oiga. Cada alma que es presa del Enemigo, está envuelta en torbellinos de voces infernales. ¿Queréis quedaros conmigo? Si no queréis, podéis iros. Yo me quedo. Nos encontraremos en Tecua, junto al mercado.

            Juan dice:

-                 No, Maestro. Yo no te dejo.



            Al mismo tiempo, Simón exclama:

            -           Tú nos elevas al querernos contigo en esta redención.

            Judas no está muy entusiasmado. Pero hace buena cara al destino y dice:

-                 Me quedo.

            Jesús da instrucciones:

-           Tomad pues las botijas y las alforjas. Metedlas dentro antes de que queme el sol. Partid leña y amontonadla junto a las aberturas. Aún en verano, la noche es fría y no todos los animales son buenos. Prended aquella rama de acacia resinosa, hasta que arda bien. Con el fuego expulsaremos las víboras y los escorpiones. Id…

Cuatro días después…

El firmamento está cuajado de estrellas. Las constelaciones parecen racimos de brillantes topacios trasparentes; de pálidos zafiros; de apagados ópalos. Un hermoso baño de luz. Jesús está sentado hablando a los tres que están sentados a su alrededor, en la boca de la cueva.

-                 Sí. La permanencia se ha acabado. Comprendo que habéis sufrido. La otra vez duró cuarenta días. Y Yo, no tenía alimentos. Fue un poco más difícil que esta vez. ¿No es así? Aún no os he dado los últimos panes, con el último queso, con la última botija de agua; porque los guardé para cuando regresáramos. Yo sé lo que significó el regreso, exhausto como estaba en la soledad del desierto. ¡Es hora de irnos! No olvidéis cómo se preparó el Mesías y cómo deben prepararse los apóstoles. Cómo enseño Yo para que se preparen.

          Se ponen en camino y bajan sin hablar uno detrás del otro, por una vereda muy inclinada. Cuando llegan a lo plano, no es fácil caminar ni siquiera aquí, entre las piedras sueltas y los espinos. Caminan por horas. La llanura es cada vez más estéril y triste. En algunas grietas pequeñas del terreno, brillan luces fosforescentes, como si fueran brillantes sucios. Juan se inclina a mirarlas…

          Jesús explica:

-                 Es la sal del subsuelo con que está saturado. Sale con las lluvias de la primavera y luego se seca. Por eso la vida no existe aquí. El Mar Oriental por venas profundas, esparce su muerte a muchos kilómetros a la redonda. Tan solo donde hay fuentecillas de agua dulce que le combaten, es posible encontrar algún refrigerio.

            Siguen caminando y se detienen junto a un peñasco cóncavo que da un poco de refugio.

Jesús abre su alforja y dice:

-           Detengámonos aquí. Siéntense. Pronto el gallo cantará. Hace horas que caminamos y estáis cansados. Tenéis hambre.-saca pan, queso y la botija con agua y las distribuye.- Tomad. Comed y bebed mientras os cuento algo que diréis a vuestros amigos y al mundo.

          Judas pregunta:

-                 ¿Y Tú no comes, Maestro?

-                 No. Yo os hablo. Escuchad. Hubo una vez un hombre que me preguntó si alguna vez había sido Yo tentado. Si había Yo pecado. Si jamás había Yo caído en tentación. Y se admiró de que Yo el Mesías, hubiese pedido para resistir y para vencer, la ayuda del Padre, diciendo: ‘Padre no me lleves a la Tentación’…

            Jesús continúa relatando su primer encuentro con Satanás y lo hace en voz baja, despacio, como si contase un hecho totalmente ignorado. Judas baja la cabeza como si estuviera molesto. Pero los otros tienen los ojos clavados en Jesús y no lo ven…

 Jesús prosigue:

-                 Ahora amigos míos, podéis saber lo que tan solo superficialmente supo aquel hombre. Después del Bautismo quise prepararme y vine aquí. Sí, Judas; mírame. Que te digan mis ojos lo que la boca no dice. Mírame, Judas. Mira a tu Maestro que no pensó en ser superior al hombre, por ser el Mesías. Y que por el contrario, sabiendo que es Hombre; quiso serlo en todo, a excepción de condescender con el Mal.

Judas levanta su rostro y mira a Jesús. Por su mirada pasa una sombra fugaz, antes de posar sus ojos atentos en su Maestro. Jesús continúa:

-                 Aquí donde estáis; Yo fui tentado directamente por Satanás. hacía cuarenta días que no probaba alimento; pero mientras estuve sumergido en la Oración, todo desaparecía con el gozo de hablar con Dios. Más bien que desaparecer, el dolor se me hacía soportable. Lo sentía como una molestia de la materia. Y he sentido todas las necesidades del que está en el mundo. He tenido hambre, he sentido sed. He sentido el frío hiriente de la noche del desierto. He sentido el cuerpo quebrantado por la falta de descanso en el lecho y por las largas caminatas en condiciones tales de debilidad, hasta el punto de no poder dar un paso más.

Porque Yo también tengo un cuerpo verdadero y está sujeto a todas las debilidades, igual que todos los cuerpos humanos. Y con el cuerpo, tengo un corazón. He tomado la materia con sus pasiones. Y si por mi voluntad he doblegado en su nacimiento todas las pasiones no buenas y he dejado crecer las santas pasiones del amor filial, del amor patrio, de las amistades, del trabajo; de todo cuanto es óptimo y santo. Aquí experimenté la nostalgia de la Madre que está lejos. Aquí sentí la necesidad de sus cuidados en mi fragilidad humana. He llorado la tristeza, llamada Magia de Satanás. No es pecado estar triste si los momentos son dolorosos. Es pecado ceder más allá de la tristeza y caer en la inercia o la desesperación. Y Satanás viene al punto, cuando ve a alguien caer en la debilidad del espíritu.

Vino. Vestido de viajero, bondadoso. Siempre toma el aspecto bondadoso. Yo tenía hambre. Y tenía treinta años en la sangre. Me ofreció su ayuda. Me habló de la mujer. ¡Oh! ¡Él sabe hablar de ella! La conoce a fondo. Fue a la primera que corrompió; para hacerla su aliada en la primera corrupción. No sólo soy el Hijo de Dios. Soy Jesús, el Obrero de Nazareth. Dije a aquel hombre que me preguntaba en aquella ocasión, que si conocía las tentaciones y como que me acusaba de ser injustamente feliz por no haber pecado: el hecho se calma con la satisfacción. La tentación que se rechaza no cede jamás; sino que se hace más fuerte, porque Satanás la atiza. Rechacé la tentación tanto del hambre de mujer, como del hambre de pan. Y tened en cuenta que Satanás me la presentaba como la primera. No se equivocaba. Hablando humanamente; como la mejor aliada para abrirse campo en el mundo.

La Tentación que no se dejó vencer por Mí: no sólo de los sentidos vive el hombre. Me habló entonces de mi Misión. Quería seducir al Mesías; después de haber tentado al joven. Me incitó a destruir a los ministros indignos del Templo, con un  milagro. Al Milagro, llama del Cielo; no se le rebaja para convertirlo en un montón de lazos para coronarse con ellos. Y a Dios no se le tienta pidiéndole milagros para fines humanos. Esto era lo que quería Satanás. El motivo que presentó era el pretexto. La verdad era: ‘Gloríate de ser el Mesías’. Para llevarme a la concupiscencia del orgullo. Pero no se dejó vencer por mi respuesta: ‘No tentarás al Señor Dios tuyo’

Me circundó con la tercera fuerza de su naturaleza: el oro. ¡Oh! ¡El oro! El pan es gran cosa y todavía mayor la mujer, para quién tiene ansias de alimento o de placer. Pero incomparablemente mayor es cuando las multitudes lo aclaman a uno. ¡Por estas tres causas, cuantos crímenes se cometen!

 

Pero el oro es la llave que abre. El círculo que estrecha. Es el alfa y el omega del noventa y nueve por ciento de las acciones humanas. Por el pan y la mujer, el hombre se hace ladrón. Por el poder, se vuelve hasta homicida. Más por el oro, se hace idólatra. El rey del oro es Satanás. Él me ofreció su oro, con tal de que lo adorase. Lo derroté con las palabras eternas: ‘Adorarás al Señor Dios tuyo’…

Aquí fue donde sucedió todo esto.

Jesús se levanta. Parece mucho más hermoso que de costumbre. También los discípulos se levantan.

Jesús mira fijamente a Judas y continúa hablando:

-                 Entonces vinieron los ángeles del Señor. El Hombre había vencido la triple batalla. Sabía el Hombre lo que significa ser hombre y había vencido. Estaba exhausto. La lucha había sido más trituradora que el largo ayuno. Pero el espíritu se agigantaba. Yo creo que los Cielos se regocijaron, cuando una criatura dotada de inteligencia realizó tal cosa. Creo que desde ese momento, me vino el poder de hacer milagros. Había sido Dios. Me había convertido en Hombre. Ahora, al vencer lo animal que estaba unido a la naturaleza del hombre; ved que Yo Soy el hombre-Dios. Y lo Soy. Y como Dios, todo lo puedo. Y como Hombre, todo lo conozco. Haced también como Yo, si queréis hacer lo que hago. Y hacedlo en recuerdo mío.

Aquel hombre se admiraba de que hubiera Yo pedido la ayuda del Padre y de que le hubiese pedido que no me llevase a la Tentación, esto es: de que no me dejase a merced de la tentación superior a mis fuerzas. Pienso que tal hombre, al saber esto, no se admirará más. Imitadme en recuerdo mío; para vencer como he vencido y no dudéis jamás de verme fuerte en todas las tentaciones de la vida; victorioso en las batallas de los cinco sentidos. En las del sentido y en las del sentimiento. En mi naturaleza de hombre verdadero como en la de Dios. Acordaos de todo esto.

Os prometí llevaros a donde conoceríais al Maestro. A partir del momento en que se abrió mi amanecer y salí al encuentro de mi atardecer humano. Os agradezco el haberme acompañado al lugar donde nací y haber venido a este lugar de penitencia. Ahora mi corazón se ha alimentado con las fuerzas del león, al unirme completamente con el padre, en la oración y la soledad. Puedo regresar al mundo y tomar de nuevo la cruz. La primera cruz del Redentor: la del contacto con el mundo.

Escuchad ahora. Regresamos a donde está mi Madre y a donde están nuestros amigos. Os ruego que no digáis a mi Madre la dureza que encontró el amor de su Hijo. Sufrirá mucho, mucho, mucho; por esa crueldad humana. Pero no le mostremos desde ahora el cáliz. ¡Será muy amargo cuando se lo dé! Tan amargo como un veneno que descenderá serpenteando en sus santas entrañas y en sus venas. Y le helará el corazón.

¡Oh! ¡No digáis a mi Madre que de Belén y de Hebrón me arrojaron como a un perro! ¡Piedad para ella! Tú Simón, eres maduro y bueno. Eres un corazón que reflexiona y no hablará. ¡Lo sé! Tú, Judas. Eres judío y no hablarás por orgullo regional. Pero tú Juan, galileo joven,; no caigas en el pecado de orgullo, de crítica y de crueldad. Callarás. Más tarde dirás a los demás, lo que ahora te ruego que no digas. También a los otros. Hay muchas cosas que hablar sobre el Mesías. ¿Por qué tenéis que agregar lo que es de Satanás, contra el Mesías? Amigos, ¿Me lo prometéis?

 Los tres prometen al mismo tiempo:

-                 ¡Oh, Maestro! ¡Claro que lo prometemos! ¡No desconfíes!

-                 Gracias. Vamos a aquel pequeño oasis. Allí hay un manantial. Un pequeño pozo de agua fresca, sombra y verdor. Está muy cerca de él, el camino que lleva al río; ahí podemos encontrar alimento y descanso hasta el atardecer. ¡Vámonos!

        Y se ponen en camino. Mientras allá en los confines del oriente, un nuevo día se levanta bañando de rosado el color del cielo.

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